Ayer me vino a ver un tipo perfectamente trajeado y me dice:
-Tengo un dragón en mi garaje, me gustaría que, como científico, vinieras a verlo.
Anda que guay! Parque Jurásico en directo! Esto hay que verlo. Y hacia allí nos dirigimos.
Al llegar, hace un vago movimiento con la mano y me dice: ahí está. Yo no veo nada, excepto cajas de cartón y unas estanterías, y se lo digo. Me contesta que es invisible, pero que ahí está. Yo propongo tirar harina por el suelo y así podremos ver las pisadas. No, resulta que flota en el aire y no deja huellas. Entonces, con un spray de pintura roja rocío el garaje y se verá. No, es incorpóreo. Mmmm, ya sé, con un sensor de infrarrojos veré la huella térmica de su fuego. No, el fuego que emite es frío, aunque quema, y como prueba me enseña una quemadura en su mano (probablemente hecha con un mechero). Y así, para cada prueba experimental que propongo me da una explicación ad-hoc de porque no se detecta su existencia. Y dice: como no puedes probar que no está ahí, el dragón existe, yo se que está ahí porque tengo fe.
Sustituye la palabra dragón por dios y toma tus propias conclusiones.
Gracias a Carl Sagan por el argumento
La fe en los dragones invisibles e intangibles se puede poner a prueba de la siguiente forma: Averigua si el dragón en cuestión dragón dorado y consigue un dragón rojo (o al revés). El nuevo dragón que consigas que sea de verdad. Lo enfrentas hacia el dueño del garaje y haces lo posible para que quiera devorarlo. Cuando el dueño del garaje quiera salir corriendo le dices que no se preocupe porque los dragones rojos son enemigos naturales de los dorados y se enfrentaran en una cruenta batalla dejándolo de lado. Si aún así sale corriendo es que o es un mentiroso o su fe se ha quebrantado.
ResponderEliminarHola, te falta un índex d'etiquetes, mira el meu blog
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